Periódico La jornada. El amor produce el mismo efecto de placer y euforia que las drogas.

Por: Carlos Vázquez Sanabria.

Fecha: 15 de febrero del 2017.

Consulta: http://www.jornada.unam.mx/2017/02/15/sociedad/035n1soc

Emir Olivares y Arturo Sánchez.

El articulo cita de manera muy escueta, la aportación de una académica de la UNAM (Herminia Pasantes) acerca de un tema en suma representativo para los seres humanos; por sus implicaciones en la cotidianeidad de las mayorías. Hablar de amor es algo que en lo personal disfruto mucho, y es que actualmente me encuentro en una relación formal, que por supuesto me ha puesto en muchas situaciones diferentes en las que la valoración de los hechos varía de forma abrupta, de estar en el deleite de la dulzura emocional al colérico estupor del desazón, por una absurda discusión o una mala interpretación de los acontecimientos.

En el inicio de la nota se vitupera el ideal populacho acerca del origen de los sentimientos afectivos, que en realidad no emanan del corazón, sino del cerebro; del circuito de recompensa ubicado debajo de la corteza cerebral. Dicho circuito es el encargado de producir todas las sensaciones placenteras, y en el caso del amor se trata de la producción de sustancias químicas que en su relación con la corteza cerebral, entorpecen su labor racional, ocasionando las locuras o decisiones sin pensar, que dan carácter a las dramáticas relaciones de pareja sostenidas por los seres humanos. En este sentido es de relevancia la aseveración que se hace en el texto sobre las implicaciones negativas del amor, que se reducen al exceso de placer, que tiende a volverse adictivo. De la adicción y la ofuscación del raciocinio por las emociones, surgen los celos como correlato del miedo por perder a la otra persona, lo cual desplaza las sensaciones placenteras, dejando aislado al ser humano en un mar de excitación irracional, que puede volverse patológico si no se concibe pronto. El manifiesto pragmático de este inconveniente del amor, es tergiversado y justificado por los amantes como la protección de la persona amada, según Oscar Galicia un psicólogo experto en neurociencias de la Universidad Iberoamericana, quien respecto a esto, nos dice que más bien se trata del refuerzo de la idea de propiedad, inmanente en las masas; revelando el impacto de la ideología de mercado, que viene a reemplazar la supuesta inseguridad como explicación de la celotipia; quedando esta última sustituida por la exteriorización de la voluntad de posesión.

Es interesante pensar lo que nos dicen estos estudiosos por varias cosas, primero en mi experiencia personal, creo que es relevante concebir las repercusiones de los excesos en el amor, que en mi opinión solamente son patológicos, en la medida en que son resultado de la supresión del pensamiento propio a expensas de la inherencia mercantil; es decir, si se tratara de sentir celos o miedo de perder a la otra persona por inseguridad, considero sería algo normal, puesto que concebir la banalidad de nuestra condición humana nos hace conscientes de nuestra imposibilidad de poseer, y no hace execrable el sentirse inferior. Inferior no frente a los demás, sino frente a la incertidumbre; a la concepción de una inmensa, inefable e impresionante realidad. En cambio ser radicalmente dependiente de otra persona, por la invención de una necesidad sustancial, como correlato de la propiedad, es enfermizo y al final de cuentas ilegitimo. En cualquier caso la relevancia de esto es su carácter preventivo, puesto que patológica o no, la inseguridad o el enamoramiento mercantil, son cuestiones que no deben escapar de nuestra incisiva reflexión, para en la medida de lo posible ser parte de la idiosincrasia que toman nuestras relaciones de pareja, porque como ya vimos no en todos los casos son determinadas por las reacciones químicas de la interacción entre el circuito de recompensa y la corteza cerebral, también pueden ser inoculadas deliberadamente en nuestro pensamiento, y es nuestra responsabilidad hacer un esfuerzo para percatarnos de ello y reducir su impacto. Una vez vislumbrado el germen de los conflictos de nuestro caso amoroso, existe la posibilidad de participar en la gestión de nuestra relación de pareja, cuyo funcionamiento idealmente encausado a la estabilidad y el bienestar, haría sospechosa su separación de las locuras y los dramas amorosos. Sin embargo, y como conclusión, debo decir que ser parte de una pareja sospechosa en el amor, es de lo que se trata. Así como también lo es el separar el placer y la euforia de nuestro deseo reprimido de poseer.

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